Mientras charlaba con Miguel, Marcos estaba recordando las cosas que la madre de éste le contaba a la suya, que marcaban claramente la diferencia entre ambos amigos. El Miguel triunfador frente a un Marcos con una vida mucho más aburrida y discreta. Añadiendo este último a sus comentarios un toque de ironía que remarcaba la esa sensación de derrota cada vez más habitual en él.

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Mario se recuperaba de los golpes recibidos en la oscuridad con la espalda apoyada en un árbol cercano a la ribera del río con la música y la algarabía de la fiesta como telón de fondo. Junto al sabor de la derrota y la decepción, en la boca sintió el sabor de la sangre. Además se tocó la cara para comprobar que tenía un corte a la altura de la ceja derecha. Había sangrado, pero parece que no demasiado y ya se había cortado la hemorragia.

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Marcos y Miguel estaban sentados en una terraza al lado de un parque. Habían decidido verse después de su fortuito encuentro en la casa de unos amigos. Llevaban unos minutos juntos y la conversación no fluía a pesar de los evidentes esfuerzos de ambos por al menos intentarlo. Pero todo iba a trompicones, como un regato de agua que al abrirse hueco se golpea con los obstáculos del camino.

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Pasaron cuatro días desde la cena en casa de Hugo y Omar, donde Marcos coincidió con Miguel que apareció como invitado sorpresa. Se habían comprometido a verse de nuevo a solas y con más tranquilidad. La llamada había partido de Miguel y el lugar de la cita una terraza al lado de un parque en el barrio de Marcos. A pesar de vivir cerca, llegó unos minutos tarde y encontró a Miguel sentado al lado de la última mesa de la fila con un refresco de naranja ya mediado

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La sorpresa para Marcos había sido mayúscula. Encontrarse con Miguel en aquella cena en la casa de sus vecinos Omar y Hugo era lo último que podía esperar. Una vez superado el primer impacto, y después de algunas dudas, ambos se abrazaron con fuerza. La sorpresa había sido también para Miguel y el resto de comensales. Parece que las casualidades existen y el destino muchas veces es caprichoso e imprevisible. (más…)


Había sonado el timbre, pero la conversación continuaba en el salón de Omar y Hugo. Las invitadas recién llegadas, Patri y Carmen, le reprochaban a Hugo como se aprovechaban de la madre del primero, que iba a su casa 2 ó 3 veces por semana para hacerles limpieza y ordenar las cosas. Y no solo eso, sino que además les llenaba la nevera de carne, pescado y una buena provisión de tuppers. La joven pareja se habían independizado recientemente y llevaban pocas semanas viviendo juntos (más…)


Marcos estaba sentado en el sofá acariciando a Messi y a Merlín. Los dos gatos se habían subido encima de sus piernas sin ningún complejo y retozaban emitiendo unos gruñidos de satisfacción. Marcos no les iba a la zaga y les acompañaba con una sonrisa en la cara. Sin embargo, el sonido del timbre de la puerta le puso en tensión. Parece que llegaban los demás invitados a la cena y asomaron de nuevo los nervios. Seguro que eran chicos o chicas tan jóvenes como sus anfitriones y él se iba a sentir fuera de lugar una vez más. (más…)


Marcos se sentó en el sofá del salón y ambos gatos se quedaron mirándole, observándole con curiosidad. Merlín era de varios tonos marrones, más claro en la parte delantera y en el lomo y más oscuro en el resto. Tenía los ojos medio cerrados y unos bigotes blancos de considerable tamaño. Se sentó sobre las patas traseras enfrente de Marcos. Messi era mucho más pequeño y totalmente negro con unos ojos impresionantes y muy luminosos entre verdes y azules. (más…)


Después de la visita express al supermercado, Marcos pasó el resto de la tarde en la cocina. Sus aptitudes culinarias estaban un poco oxidadas y menos mal que compró de más porque hasta el tercer intento no quedó satisfecho de su obra: un tiramisú que tenía una pinta estupenda. Eso sí, la cocina parecía un escenario de guerra. Había limpiado el día anterior y había que volver a empezar. Este vez se conformó con un repaso no muy profundo. (más…)


Marcos se levantó tarde. Una vez despierto se quedó un rato en la cama, era uno de los pocos vicios que tenía. Soñaba despierto en un duermevela alternado momentos con su imaginación para darse ánimos. Al fin se dirigió a la ducha y después de preparó un buen desayuno a base de huevos revueltos con unas tiras de bacon, zumo de naranja y café con leche. Era casi la una de la tarde. (más…)