Mario se recuperaba de los golpes recibidos en la oscuridad con la espalda apoyada en un árbol cercano a la ribera del río con la música y la algarabía de la fiesta como telón de fondo. Junto al sabor de la derrota y la decepción, en la boca sintió el sabor de la sangre. Además se tocó la cara para comprobar que tenía un corte a la altura de la ceja derecha. Había sangrado, pero parece que no demasiado y ya se había cortado la hemorragia.

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La ira volvió a apoderarse de Mario al escuchar como Miguel le recriminaba su cobardía. No quería pegarse con Miguel por los años de amistad, pero éste le había tocado en lo más hondo, sobre todo cuando afirmó que Rosa se merecía un hombre de verdad. Se sentía dolido y humillado, pero prefirió respirar profundamente y contar hasta cinco. No dejarse llevar por la ira, la violencia nunca es la solución pensaba Mario.

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Mario estaba encendido y lleno de rabia. Había escuchado los insultos hacia Rosa en la boca de Miguel, a quien consideraba uno de sus mejores amigos y no entendía el por qué. Además estaban las risas cómplices, esas rosas cobardes que marcan el seguidismo al líder. Así que cuando irrumpió en la escena, se fue directamente a Miguel con la intención de pedirle explicaciones. Éste se apartó con la chulería que le caracterizaba

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Entre la rabia, la angustia, la imposibilidad de hablar con Rosa, la tensión con Miguel y la compañía de sus amigos, llegó la fiesta del fin del verano. Mario sabía que era su última oportunidad para hablar con Rosa y obtener respuestas. El seguía desconcertado, había sido difícil ocultarle lo que sentía a sus padres, que habían llegado al pueblo ese fin de semana precisamente para llevarse a Mario a la ciudad. Sin embargo parece que la abuela lo sabía.

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El temido final de verano estaba cerca. Los días para volver a la ciudad y las clases se contaban con los dedos de la mano. Los tres meses de vacaciones se había esfumado en un instante como el humo de una hoguera después de echarle un balde de agua. Así se sentía Mario, perdido después de disfrutar del calor de la hoguera, de una hoguera tan intensa por primera vez y después de recibir un jarro de agua fría que le hacía tiritar. Tenía que ver a Rosa, tenía que hablar con ella, esto no podía quedar así. (más…)


Para Mario fue un verano que no olvidaría nunca. Después de mucho sufrir y mucho desearlo había conseguido que su amor por Rosa fuera correspondido. Además el descubrimiento del sexo en pareja había sido una agradable novedad en su vida y ahora le acompañaba con mucha intensidad. Tanto Rosa como Mario, decidieron mantener el secreto, no querían ser el objetivo de todos los comentarios de la cuadrilla en esos últimos días de verano. Más miedo incluso tenía Rosa a la reacción del abuelo, muy chapado a la antigua, si se enteraba de los sucedido. (más…)


Mario y Rosa seguían en la habitación de las literas. Habían conseguido quedarse solos con la complicidad de sus amigos de la peña. Ambos estaban desnudos y excitados. Se abrazaron de nuevo disfrutando del contacto y la calidez de la piel suave, joven e inexperta. Se besaron varias veces, jugando con los labios y la lengua. Pronto entraron en juego también los dientes de Rosa con ligeros mordiscos en el labio y en el lóbulo de la oreja de Mario arrancándole un gemido de placer. (más…)


Mario se acercó a Rosa y le cogió ambas manos comenzado un ligero baile al son de una música que sonaba en su imaginación. Rosa seguía el ritmo y ambos se miraban con una sonrisa cómplice. Poco a poco, Mario acercó sus labios a los de Rosa. Fue un beso atropellado y un tanto torpe. Aún tenían mucho que entrenar para ser expertos. Se separaron, hicieron coincidir sus miradas y esta vez fue Rosa la que inició el movimiento hacia sus labios. El segundo beso fue más suave, más lento y también más dulce. (más…)


Eran casi las 3 de la tarde cuando ambos interrumpieron los besos y las caricias. La conversación estaba llegando a temas muy íntimos y Mario parecía lanzado en medio de una excitación que cada vez era más evidente, incluso para Rosa. Fue esta quien recordó la necesidad de volver a casa para comer. Sus abuelos seguían siendo muy estrictos con los horarios y no quería que un inoportuno castigo le privara de seguir los planes previstos para los próximos días o incluso horas. Tampoco un tiempo extra le venía nada mal. (más…)


Después de ese primer tímido beso a la orilla del río entre Mario y Rosa, siguió un segundo esta vez más largo y después un tercero cada vez más intenso, incluso desesperado. Pasó el tiempo entre besos y respiraciones hasta que se separaron y se miraron. Marío sonreía y Rosa estaba más bella que nunca con una mueca pícara en su rostro y de nuevo con ese rizo rebelde que jugueteaba sobre su frente. Parece ser que la felicidad era posible y podía llegar en veranos en un pequeño pueblo. (más…)