Ander y Lidia se sentaron en el salón, dispuestos a disfrutar de la comida. Lidia había dudado hasta el último momento si el joven albañil había aceptado o no la invitación del día anterior. Había pasado buen parte de la mañana entre el pueblo de compras y en la cocina acompañada de una mezcla de nerviosismo y excitación que le recordaba sus años de colegiala, los veranos en su pueblo cuando adolescente sintió por primera vez lo que era el amor.

Comieron el primer plato casi en silencio, cruzando entre ambos apenas unas frases generales y miradas nerviosas. Lidia se levantó para llevarse los platos con los restos de la ensalada y al volver de la cocina trajo la fuente con las lubinas al horno.

“Es lubina al horno, espero que te guste el pescado”

“El pescado y la carne. A mí me gusta todo, incluso la verdura”

Después de varios minutos repasando los gustos culinarios de ambos, Lidia preguntó si habían terminado las obras

“Más o menos, quedan algunos detalles pequeños, algunos remates. Creo que aún tendremos que volver algún otro día, pero tendrá que ser ya la semana que viene”.

“Y eso, ¿por qué no termináis las cosas antes de empezar otro trabajo? No entiendo la gente que no cumple con lo que promete. Así duran las obras, tiempo y tiempo. Seguro que para cobrar vuestro jefe tiene más prisa”

“Se nos ha echado el tiempo encima”. Contestó Ander defendiéndose del ataque anterior. “Además son cosas del jefe, no depende de mí. Matías tiene unos días de vacaciones y yo empiezo mañana en otra obra en el pueblo de mi abuela. Ya sabes que esto nunca se termina del todo. “

Lidia iba a responder, pero Ander se le adelantó con una sonrisa de seductor: “Además, yo creía que te gustaba que estuviésemos por aquí, ¿o no?”

Bueno, yo…”  Lidia se sintió pillada y aturdida sin saber que contestar más que balbucear algunas palabras “¡Es que no me gusta la informalidad!”

A mí tampoco” contestó Ander manteniendo el tono de provocación

Lidia seguía en silencio, sentía que perdía el control, que Ander estaba jugando con ella. Le miraba intensamente con esos ojos verdes que le atravesaban el alma y le hacían sentirse desnuda. Solo podía fijarse en la armonía de ese rostro joven, casi perfecto con el pelo medio rubio y una barba que parecía nacer con mucho esfuerzo. Se vio así misma, paralizada y ridícula, arrastrándose ante un joven al que sacaba más de 10 años en una mezcla de deseo y amor tan estúpido como imposible.

Una voz le devolvió bruscamente a la realidad, aunque la sensación de ridículo seguía ahí. ¿Cuánto tiempo había pasado? Un instante, unos segundos, seguro que Ander se había dado cuenta

“Te preguntaba ¿qué otras cosas no te gustan? Lidia, ¿Me oyes?”

“Perdona! Contestó. “Estaba pensando en …..”

“En algo pensabas y además parecías lejos de aquí. Igual es mejor que me marche, parece que necesitas descansar”

“No, es que estoy muy liada con la novela, y las ideas vienen y van y a veces hay que agarrarlas”

¿Y en esas ideas parezco yo? No me digas que voy a parecer en tu novela.” El tono provocador había vuelto en Ander mientras pronunciaba estas palabras

No sé, perdona”. Lidia seguía confusa. “Creo que es mejor que me eche un rato en la cama. No sé, parece que no me encuentro bien”